martes, 16 de junio de 2015

MARCO AURELIO "EL LIDERAZGO EN LA ADVERSIDAD"




Por Mario Alberto Montaño Delgado.

Cuando este gobernante romano ejerció de emperador, grandes problemas asolaban a Roma. Guerras en diversas fronteras, una peste que acabo con una tercera parte de la población, divisiones y luchas al interior de la organización política romana, un pueblo hundido en la molicie y la ignorancia; además de serias dificultades familiares; a saber: la infidelidad constante de una esposa insatisfecha y ávida de aventuras, hijos a los que amaba profundamente y que no vio crecer dadas sus ocupaciones y aún con estas dificultades, tuvo la fuerza para exhortarse a si mismo y a quienes leemos sus "soliloquios o meditaciones" a evitar amargarnos, quejarnos o ceder a las tentaciones de la ambición y del poder, a no conducirnos por el mundo con parafernalias o poses excesivas; por todo ello, Ernest Renán en su estudio sobre la vida y obra de este emperador-filósofo expresó que "jamás la humanidad conoció un alma tan bella como la de Marco Aurelio...". y si bien, esta loa podría resultar polémica, también lo es que este político-filósofo de suyo lo es, puesto que como emperador se afano por acoplar a la dura realidad, una alta moral y una alta ética; rompiendo así con cualquier esquema o paradigma "pragmático" a los que la mayoría de nuestros líderes, dirigentes, políticos o autoridades, nos tienen acostumbrados.

Harto difícil resulta concebir que un emperador romano que ostenta el mayor de los poderes de la entonces superpotencia mundial, eligiese beber agua al vino; vestir la sobria lana antes que el delicado lino de las altas clases, la constante práctica de romper códigos "políticamente establecidos" como cuando advertía que algun querido amigo o maestro estaban entre la audiencia de algún evento cívico-religioso y sin mayor preámbulo acudía a su encuentro para mostrarles su afecto y estima antes que a los altos dignatarios.

A este Emperador-Filósofo, su pueblo lo amaba, a pesar de que cuando acudía como invitado de honor al circo romano, ostensiblemente, se concentraba no en la brutalidad del espectáculo, sino en la lectura o redacción de sus  ensayos filosóficos, mismos que al final nos legó en su precitada obra de "soliloquios o meditaciones", donde compila una serie de reflexiones y ejercicios filosóficos  al modo puramente estoico:

 "Apenas amanezca, piensa todos los días: hoy encontraré a cualquier persona que tenga alguna de estas faltas: que sea un indiscreto, un ingrato, un insolente, un embustero, un envidioso, un  egoísta. Los desgraciados que tienen estos defectos es porque no distinguen los verdaderos bienes y los verdaderos males. Pero yo, que he aprendido que el bien verdadero consiste en lo que es honesto y el mal verdadero está en lo vergonzoso, yo, que conozco la naturaleza de quien comete la falta, que sé que es hermano mío, no de sangre y de carne, sino por nuestra común participación en un mismo espíritu procedente de Dios, no puedo sentirme ofendido por su parte, ya que nada de cuanto hago podría avergonzarme. En efecto, nadie podría despojar a mi alma de la honradez; es imposible que llegue a enfadarme con un hermano y que pueda odiarle. Ambos hemos sido hechos para obrar de común acuerdo, como los pies, las manos, los párpados; como dos hileras de dientes, superior la una e inferior la otra. Obraríamos, pues, contra la Naturaleza si fuésemos enemigos; y obraríamos así si expresásemos disgusto y aversión con estos desdichados."

En tiempos en los que las distracciones impiden conocernos a nosotros mismos y por ende la humanidad de los otros, cuan importante resulta un referente como Marco Aurelio, que nos ayuda como un amigo, a dimensionar el valor de la bondad y la compresión, a reivindicar la soledad como herramienta para redireccionar el rumbo que vamos dando a nuestra existencia y el uso de la razón para salir del rabaño y poner en tela de juicio aquello que consideramos de alta prioridad en nuestras vidas. 

Quizá después de leer los soliloquios, nos encontremos retratados, nos incomodemos y entonces se nos rebele la ignorancia que nos aqueja, la ambición que nos aleja de amigos y seres queridos, el afán manipulador que nos provoca frustración y en fin, el camino a una vida más libre y mejor.

¿Será que te atormenta el deseo de la vanagloria? Si es así, considera la rapidez con que cae en el olvido todo lo de este mundo, el inmenso abismo de la eternidad que te ha precedido y que te seguirá, la vanidad de las glorias humanas, la inestabilidad de las cosas, el favor inestable del vulgo, su carencia de discernimiento y, en fin, el estrecho espacio en que se halla circunscrita la fama. La tierra, por sí sola, no es más que un punto en el espacio y un rincón habitado insignificante; ahora bien: ¿por cuántos y por qué clase de individuos serás recordado en este mísero rincón? Para terminar, acuérdate, pues, de buscar un retiro en el fondo de tu corazón, y, sobre todo, no te desanimes; huye de la obstinación inconsiderada y permanece libre. Considera todas las cosas con una firmeza varonil, como hombre, como ciudadano, como un ser destinado a morir. Y cuando examines interiormente tus principios morales, observa, en primer lugar, que los objetos que no se relacionan con el alma permanecen inmóviles, y que sus perturbaciones provienen solo de la opinión que se ha formado dentro de sí misma, y en segundo lugar, que todo lo que ves ahora ha de cambiar de un momento a otro y será reducido más tarde a la nada. ¡No lo olvides nunca! El mundo no es más que una transformación, y la vida, una opinión. 


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